Soy veterinario de chiripa y lo que aprendí del Decano de la Universidad.
Voy a contarte algo que sabe muy poca gente.
No lo sabe casi nadie, pero....
soy veterinario por pura casualidad.
No me refiero a que no tuviera vocación, no es eso.
Es que no tenía nota suficiente para entrar en la facultad.
Según el sistema educativo yo era un no-apto compacto de facto.
Para entrar en la Facultad de Veterinaria había que tener una nota muy alta, y yo era un estudiante del montón.
Muy del montón.
Es lo que hay.
Para empeorar las cosas, en vez de preparme bien la selectividad, me dediqué a salir con una chica muy maja que conocí entonces y ver el mundial de futbol del 82.
El mundial enterito.
Me tragué hasta el partido amañado entre Austria y Alemania. Cualquier excusa era buena para no estudiar.
Es que hacía mucho calor.
Tu ya sabes.
Yo no quería estudiar otra cosa y parecía que todo estaba perdido.
Bueno, no todo.
Resulta que el cuñado de un amigo de mi padre conocía al Decano de la Complutense.
Y el cuñado del amigo de mi padre le habló de mi.
El caso es que el Decano me citó en su despacho.
Imagínate.
Una tarde de verano madrileño. A las cuatro de la tarde no iba ni Dios en el metro. Cuando salí a la calle a los gorriones se les pegaban las patas a las aceras.
Y allí me tienes.
En el despacho del Decano sudando más que un testigo falso.
A pedirle que me enchufara por el morro en la facultad de Veterinaria.
Me sentía más cortado que el pito de un judio.
Pues al final lo conseguí, pero no fue exactamente por enchufe.
¿O sí?
No sé. A ver tú que opinas.
El Decano sabía más que lepe y se limitó a darle un consejo a aquel pardillo que decía ser hijo de nosequién.
Me dijo que todos los años se admitían estudiantes que después no aparecían por la facultad.
No me preguntes el motivo, supongo que tendrían otras opciones.
El caso es que el Decano me aconsejó que empezara el curso sin matricular, como si tal cosa,
y que me pasara de vez en cuando por la secretería de la Facultad para ver si había quedado alguna plaza vacante.
No me garantizó nada, pero según su experiencia siempre había gente que no acudía a tomar posesión de su plaza, de modo que siempre quedaba alguna vacante.
Fue lo que hice.
Al acabar las clases. Una vez por semana, a veces dos. Ahí me tenía preguntando si había quedado alguna plaza vacante.
Así dos meses.
La secretaria me mostraba una sonrisa perfecta cada vez asomaba mi cabeza por la ventanilla.
Hasta que un día me dijo que se habían liberado unas plazas y, guiñándome un ojo, me dió el sobre para que rellenara la mátricula.
Sencillo.
Que yo sepa fui el único. Al final sobraron plazas.
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El caso es que ahora lo recuerdo y me parece tan irreal todo.
Han pasado más de 30 años y aquí me tienes, escribiéndote este email. He conseguido cosas ejerciendo la veterinaria que nunca hubiera imaginado.
La veterinaria ha permitido a aquel no-apto vivir sin estrecheces, criar dos hijas estupendas y poder darles los estudios que han querido.
A veces la vida te pone muros que parecen infranqueables. Parece que nada tiene sentido.
Sin embargo todo es tiempo.
Todo es paciencia.
Todo es determinación.
Esa confianza interior que te hace saber que estás hecho para algo, aunque el Sistema diga lo contrario.
En fin.
Que no soy un fenómeno.
Te soy honesto.
Perseverante si. Que me gusta mi trabajo, también. Pero un genio... como que no.
Curo mejor los animales cuando empiezan los primeros síntomas que dejando pasar el tiempo, y confío más en la medicina preventiva que en la curación.
Los milagros no son lo mío.
Ahora ya lo sabes.
Que tengas un gran día.
José Luis Guerrero - Veterinario.
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